Ejército Británico

Entre 1810 y 1814, el ejército británico mantuvo su presencia militar en la Real Isla de León (Cádiz). No solo era una cuestión de importancia política, debido a la necesidad británica de garantizar que la capital no cayera en manos francesas, sino que también tenía un objetivo estratégico.

Junto con las fuerzas de entidad similar destacadas en Gibraltar, las tropas de la guarnición de Cádiz podrían ser utilizadas en operaciones ofensivas a lo largo de la costa adyacente; éste fue el caso más obvio durante la Batalla de Chiclana, el 5 de marzo de 1811, en el cual el contingente británico del General Graham fue combinado con el contingente español del General La Peña.

Además, las tropas británicas podrían ser rotadas para su descanso, entre el destacamento de Cádiz y el ejército de la campaña principal, bajo el mando del Duque de Wellington, lo que les permitiría acostumbrarse al clima ibérico antes de comenzar el servicio activo.

De manera similar, las unidades británicas que habían caído en mal estado debido al combate, podían enviarse a Cádiz para recuperarse, mientras que aún estaban disponibles para un retiro rápido si fuera necesario.

Desde el comienzo de la Guerra de la Independencia, Gran Bretaña había establecido como uno de sus objetivos más destacados la defensa de Cádiz, por ser un puerto naval vital y de importancia estratégica, el cual no debería caer en manos francesas; ésto dio lugar a algunos intentos extremadamente violentos y provocativos de forzar dicho objetivo.

Tales medidas se habían empleado con éxito para inducir a los portugueses a permitir el desembarco en Madeira, pero, con respecto a Cádiz, una sospecha natural e inevitable del viejo enemigo, que, después de todo, había mantenido el bloqueo de dicha ciudad desde la Batalla de Trafalgar en 1805, se traducía en la negativa a su desembarco en dicha ciudad.

Los preparativos británicos previos al desembarco en Cádiz habían progresado hasta el punto de desembarcar una brigada en Lisboa en febrero de 1809, compuesta por:

El General John Randoll Mackenzie (al mando de la Fuerza):

  • 2/9th (East Norfolk) (528/630).

  • 3/27th (Inniskilling) (756/793).

  • 29th (Worcester) (605/634).

  • Bredin’s Company, Royal Artillery (86/101).

  • 4th Company, KGL Artillery.

Los españoles se negaron a permitir que Mackenzie desembarcara, y sus tropas regresaron a Lisboa el 11 de marzo.

Hasta otoño de 1809, Cádiz seguía guarnecida únicamente por los españoles, mientras que los esfuerzos británicos se centraban en las campañas de Oporto y Talavera.

Sin embargo, la situación se modificó drásticamente con el colapso de los ejércitos españoles en el sur de España, tras la retirada de Wellington después de la Batalla de Talavera y los intentos de los españoles de continuar con la ofensiva.

La derrota española en la Batalla de Ocaña, del 18 al 19 de noviembre de 1809, permitió el posterior avance de los franceses a través de Andalucía, y dejó solo una fuerza operativa pero desorganizada se replegó a Cádiz.

La entidad de la fuerza española que bajo el mando del Capitán General Duque de Albuquerque, se replegó a Cádiz fue la siguiente:

  • Caballería: 1710.

  • Artilleria: 300.

  • Vanguardia: 2757.

  • Primera División: 2839.

  • Segunda División: 2430.

  • Batallones Independientes: 2740.


Total: 12776.

Además de la fuerza del Duque de Alburquerque, tres mil voluntarios locales se sumaron a la defensa de la ciudad.

En contraste, a partir del 10 de enero de 1810, los franceses disponían en Andalucía de 55.723 soldados, distribuidos en tres Cuerpos de Ejército, de los cuales 21.882 hombres del Primer Cuerpo del Mariscal Victor operaban directamente contra Cádiz.

Esta disparidad en los números obligó al ejército español a aceptar la necesidad de asistencia británica.

A favor de los defensores españoles y de los aliados que pronto se unirían a ellos, se encontraba el hecho de que Cádiz fuese una fortaleza natural, extremadamente difícil de atacar desde la tierra.